POR SER MUJER

POR SER MUJER 

(Una experiencia maravillosa en diciembre del 2018 en comunidades de auténtica selva).

Nací en un paraíso donde el agua cristalina brota por doquier:

la del río, de la cascada, la del cielo; es la que sacia mi sed y baña mi esbelto cuerpo,

la que riega la chacra y la que regala carachama, bagre, lagarto;

la que alegra mis ojos al salpicar en la tierra y la que me moja a cualquier hora.

 

Nací en un paraíso, donde el cielo y el turuji1 son mi techo, infinitos árboles son la pared de la casa,

y el papagayo, el carpintero, el loro, la danta, el sajino, la guatusa y el venado son mis amigos,

también escucho al tigre, al oso, hasta a la serpiente que no son tan amigables.

Desde muy tierna siento el calor de mi madre que me lleva a todas partes en la chalina2

y me alimenta con su leche y la chicha; mi padre me quiere mucho, pero es serio y trabajador.

 

Desde pequeña aprendí a prender el fogón, al principio el humo llenaba de lágrimas mis tiernos ojos,

pero el fuego me robaba una sonrisa cuando finalmente lo lograba; gozaba con las otras mujeres al aplicándonos el Huito3,

que me hace lucir la cabellera negra como la noche, larga como ramas frondosas y suave como la lana, para tal beneficio no me importaba que por algunos días también parte de mi piel lucia del color del Huito.

 

Soy ágil para correr, para treparme en los arboles así sean muy altos,

disfruto mucho en épocas de guaba, ando en la cima de los arboles tumbando los frutos.

Mis pies sienten el polvo o el lodo generoso de la tierra al caminar, yo me siento parte de ella.

 

La curiosidad inunda mi mente por saber cómo se siente sirviendo

la chicha de yuca a los varones de la casa y de la comunidad, bien instruida la lección tengo desde niña,

no descansar de servir hasta que el muits4 se acabe.

Al ir creciendo creo que tenía 14 o 15 años, mi piel se ruboriza y sonroja,

se acelera el corazón al ver a un joven de mi comunidad que también me mira con atención,

intercambiamos miradas y suspiros como flechas de fuego, pero el miedo a mis padres frena el ímpetu.

Otro encanto de vida es la chacra, verde, frondosa y de mil colores en la cosecha,

la que provee al hogar; soñaba con tener mi propia chacra cuando sea grande cuando me case,

porque el mayor sueño de una mujer de selva es tener marido y ser muy fecunda;

teníamos admiración y respeto en mi comunidad cuando alguna madre superaba la decena de hijos,

solíamos decir “que fecunda”, porque mientras más familia mejor y mayor bendición si estos son varones.

 

En mi tierra todo es natural, hasta el parto considerado como maravilla de la vida;

días antes del alumbramiento el padre buscaba la mejor guadua para hacer un carrizo bien afilado y cortar el cordón umbilical,

cuando el  bebé ya viene, el padre muy enérgico ordena a los hijos pequeños que salgan de la casa

que no deben estar presentes en el acto, el marido ágilmente tuesta comino y jengibre

y los bate con huevo para que la esposa tome el preparado y se ayude en el parto,

los dolores invaden el cuerpo de la madre, diligentemente el esposo

también tiene guantug raspado para flotar en la cadera de la mujer y así calmar los dolores;

ya va naciendo, es varón, que orgullo, cuando ya tiene al vástago de sus entrañas en sus manos,

con nerviosismo y emoción corta el cordón umbilical

y le coloca un poco de ceniza fina como desinfectante y cicatrizante.

Así para la felicidad de mi hogar van naciendo mis hermanos, en total somos 13.

 

Las noches se llenan de alegría cuando el marido toma a su esposa,

sentirse amada y fecunda es un tesoro inapreciable,

aunque las cargas de trabajo por tantos hijos nos hicieran más fuertes y sacrificadas, recuerdo esas faenas de joven,

caminar una hora hasta la chacra, cosechar yuca deliciosa y regresar al hogar

con mi bebe de 7 meses en el vientre, mi pequeña de año y medio en la espalda,

la más grande de 3 años en la mano y en la cabeza la ashanga5 llena de yuca fresca,

bajo un sol calcinante, yo soy mujer, yo soy fuerte me decía a mí mismo por eso llegaba contenta aunque agotada,

a preparar los alimentos para mi marido y mis churis6.

 

También gozaba en las migas donde la conversa y la larga tertulia con las otras mujeres mientras trabajamos,

refrescaban el alma. La risa de la mujer de la selva es estrepitosa, espontanea para que todos se enteren de su alegría.

Que felicidad más grande ver cazados a los hijos, ver crecer su descendencia,

los esfuerzos de abuela están allí, siempre cambiando al nieto, preparando el maito7,

cultivando la chacra, en el fogón, trayendo leña, la mujer de la selva es inagotable,

es fuerte como un león, hermosa como la flor, preciada y tierna como el trinar de las aves.

Así soy yo, así mujer, en mi paso por la selva. 

 

GLOSARIO

Ashanga: canasto tejido de bejuco, donde transportan alimentos

Chalina: tela blanca larga cruzada donde la madre coloca a su hijo para llevarlo cargado

Churis: niños

Huito: Fruto utilizado como tinte natural para el cabello, es de color negro.

Maito: plato típico de la Amazonía a base de pescado

Muits: recipiente grande donde se almacena la chicha de yuca

Turuji: especie de palma que las nacionalidades de la amazonia ecuatoriana utilizada para tejer los techos de sus chozas.

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